Hay años que pasan sin pena ni gloria, que miras hacia tu último cumpleaños y parece que nada ha cambiado. O eso me han dicho, porque de momento no creo haber vivido ninguno de esos. Imagino que esto último es más bueno que malo, así que no me quejo. Igualmente, hay años en que todo parece haberse dado la vuelta, empezando por tu piel, como un calcetín, o quizá más como una serpiente. A veces eso significa que te queda el alma al aire, se ensucia, se araña, y a veces incluso evoluciona, qué remedio. No sé, creo que tampoco voy a quejarme de esto. Este ha sido de los últimos, por si había lugar a dudas.

Me quedan unos días de este año, y generalmente no le doy mucha importancia, pero este año, con todos sus cambios, con su montaña rusa, es quizá especial. Esta vez no sólo mi pequeño mundo ha variado, esta vez no es sólo el decorado que me rodea, esta vez yo soy distinta. Este año he ido mejorando versiones aún beta de mi, he pasado de Estela 1.7 a un 2.3, con cada uno de sus parches, con su ensayo y error, con sus lágrimas, con sus luces. Quizá esta vez sea necesario de verdad el balance, y cuando me lo planteo sólo sé hacerlo de dos formas, hablando sin parar o escribiendo. Estoy sola en casa, así que...

Mi pequeño mundo de cuatro paredes y tranquilo equilibrio se rompió ya hace muchos meses, y con él me rompí yo. Tardé en decidir, al final me salí de la burbuja, pero fue un parto complicado, lento, doloroso, en el que las heridas parecían no cerrarse nunca. Y al caer, rota y con una máscara de sonrisa que a veces a mi me parecía real de tanto llevarla, resulta que caí en blandito. Como un cachorro aprendiendo a andar, regresé al mundo fuera de mi burbuja y me encontré un montón de gente. Caí en un colchón de hombros, de música, de charlas, de abrazos, de sonrisas, y muchas resultaron ser de verdad. Algunas llevaban ahí tiempo, ya eran conocidas, y miraban entre curiosas y preocupadas por detrás de la máscara. Algunas eran nuevas, aún no sabían mirar más allá, pero siempre estaban ahí intentándolo. A veces tropecé, me llevé algunos rasguños, pero es inevitable sangrar cuando juegas con ganas. Y jugué aún cuando a veces no entendiese las reglas.

La cuestión es que quien me conozca sabrá de lo que hablo, sabrá lo que significa estar rota y que de repente a un montón de gente le importe arreglarte, o al menos mantener las piezas juntitas mientras cicatrizas. Encontrar alguien con quien no hace falta rellenar los silencios. Y me fue creciendo piel nueva para taparme el alma, montaña rusa fuera y dentro, el mundo corriendo a mi alrededor para ponerse al día. Entré en una dinámica de felicidad absurda sin razones.

Quedé atrapada en una oficina, huérfana de vocación sin saber si me la han quitado o la he perdido sin querer. Los días pasan y cada uno termina siendo una especie de minibatalla por sobrevivir, por mantener a flote algo que me importa poco, que sólo es un medio y no un fin. Pero quizá el problema es que no tengo ese fin, esa meta, he perdido la razón. Y quizá ese sea el motivo por el que inicié otra guerra, una con batallas concretas, una con objetivos claros, una con niños cuyas sonrisas importan muchas veces más que la mía. Una por la que luchar aunque el mundo se desmorone. Un sueño de siempre. Y me ha traído alegrías inesperadas, que han tapado de largo la letra pequeña y las partes malas. Alguien me dijo que no existía la verdadera generosidad desprendida, que no existía la solidaridad real. Bueno, pues esta debe ser mi razón oculta, el egoísmo de mi entrega.

Una vida soñando con hacer algo con estas manitas que de verdad mejore las cosas aunque sean mínimamente. Marcar diferencias. Una vida soñando salir de misión internacional, poner ladrillos, crear sonrisas, pero de verdad. Es peligroso vivir ahora para que llegue ese momento, simplemente pasar los días hasta que pueda subirme al avión a Uganda como si a la vuelta todo fuese a estar cambiado, como si la magia de ese viaje fuese el cicatrizante que puede solucionar las brechas de mi vida. Llorar cada vez que se retrasa otro mes, ahorrar migajas para pagar el billete. Así que los deberes para mi primer mes con 29 años son crear otras metas, aunque sea pequeñas. Seguiré soñando con lo mismo, pero fabricaré aquí el resto para que mi vida no sea un mientras o un hasta que.

Al final, este ha sido un año lleno de heridas, pero no ha sido el peor. Ha sido un año lleno de lágrimas, pero no ha sido el peor. Sobre todo ha sido un año lleno de vacíos, pero no ha sido el peor. Y una y otra vez me he dado cuenta que no ha sido el peor porque mi mundo se ha llenado de habitantes, y unos cuantos, no muchos pero más de los que imaginarías, son habitantes de los que importan de verdad, de los que aportan, de los que llegan, de los que se asoman a mirar y me ven. Así que me mantengo en equilibrio, navego las mareas, trato de llenar los huecos y seguir los puntos, evoluciono y crezco, me siento fuerte y frágil, caigo y sonrío.Y mientras, ellos siguen ahí, importándome, queriendo, habitándome. Quizá sin tanta batalla, quizá sin tanto vacío, quizá sin las heridas, me los hubiese perdido.

Al final, en estos últimos meses, aunque nada ha cambiado de fondo, yo he ido evolucionando, curando, creciendo y sobre todo me he aprendido un poco más. Creo que esa es la razón de mi felicidad sinrazón, el motivo de que mi ciclotimia se suavice tanto. Creo que a veces logro el equilibrio. Ya tengo casi finalizado el manual del 2.3. Veo mucho mejor, le cambié las gafas a la intuición, y a veces casi consigo dejarme ayudar, apoyarme de verdad. De repente, creo que la felicidad no es tan difícil de conseguir, sólo nos empeñamos en que lo sea, poniendo trabas y excusas para mantenernos ocupados siendo felizmente infelices.

A la vez que el vacío, al pérdida de horizonte, la soledad, han sucedido tantas pequeñas y enormes cosas, tan bonitas, tan emocionantes, he tenido que dar tantas veces las gracias sintiendo que se me quedaban pequeñas en la boca, he tenido que decir tantos te quiero sabiendo que se quedaban cortos, que estos últimos meses se han hecho grandes y hace tiempo que cuando sonrío me sonríe el alma. Me sigo sintiendo pequeña, siguen faltando cosas, pero ahora sé estar sola, he hecho las paces conmigo y me pedí perdón.

A veces se me olvida, o miro tras las esquinas, dejo salir al vacío, me doy cuenta de que en el fondo nada ha cambiado, pero en general ya no puedo naufragar. Hay demasiadas manos tirando de mi para que nade, y hay demasiadas razones para respirar. Cuando echo de menos un cuerpo entre las sábanas, se me ocurren maneras de encontrar tiritas con vocación de intermitencia. Cuando miro a lo lejos y no veo metas, me las fabrico con orfanatos que me llenan cada centímetro de realidad. Cuando me siento vacía o sola, tiendo la mano porque en algún momento alguien que me importa la coge. Cuando me entran ganas de esconderme tras máscaras de felicidad, me recuerdo que he firmado un pacto de sinceridad, y dejo de mentirme. Para qué voy a hacerlo. Ahora hay gente que ve.

Haciendo balance... Ha sido un año completo. Un año en el que he crecido de nuevo, he despertado. Busco el equilibrio y lo pierdo, nada ha cambiado pero a la vez, todo es distinto, y aunque absurdamente quizá, sigo aferrada a una felicidad que ahora la mayoría del tiempo es muy de verdad aunque no tenga motivos. Y entonces ya, que venga la marea que quiera, que se me llene el calendario de días rojos, yo tengo mis Tiffany's.

Cita al tema para freaks (a ver quién adivina de dónde la he sacado):

"Every cell in the human body regenerates on average every 7 years. Like snakes, in on our way we change our skin. Biologically we are brand new people. We may look the same, we probably do. The change isn't physical, at least not in most of us, but we are all changed completely forever [...] When we say things like people don't change, it drives scientist crazy, because change is literally the only constant in all science. Energy, matter, is always changing, morphing, merging, growing, dying... is the way people try not changing that's unnatural. [...] Change is constant. How we experience change is up to us..."

Rompo un poco la dinámica de prosa poética y egoterapia, pero imagino que para eso está el blog, para escribir lo que uno quiere, no? Y hoy, aún con la resaca emocional del concierto de ayer en Galileo (y quizá aún del domingo 26 acumulado), me apetece escribir de música. Qué raro.

Y es que ayer, como ya me pasara en el concierto de presentación de su EP, viendo a Andrés con su banda subido en ese escenario de nuevo, no podía evitar recordar el primer día que le vi, y sobre todo no podía evitar sentirme parte de esto, en muchos sentidos orgullosa como una madre, enseñando las notas a las vecinas del rellano henchida como un pavo cuando el niño se hace grande y se puede presumir de sus logros.

Yo aquel día de a saber hace cuánto (más de dos años, menos de 10 jeje) iba a ver a Tontxu tocar en mi antigua Facultad. En el salón de actos estábamos 20 mal contados, repartidos y silenciosos. El escenario estaba lleno de velas cuando Tontxu salió y nos dijo que ese día llevaba "telonero" porque venía un gallego a presentar su nuevo disco. Y entonces salió Andrés y se puso entre las velas, con el pelo en la cara, la mirada en el suelo, pocas palabras casi ininteligibles. Un murmullo empezó a recorrer a las personillas de la sala, quizá alguno se planteaba salir a fumar mientras terminaba este chico, pero Andrés rasgueó la guitarra, abrió la boca y los calló a todos en cuanto empezó a cantar. Se me puso de punta hasta el alma, estos placeres que llegan por sorpresa. Y desde entonces no hay ningún concierto de Andrés en el que no pase un rato con los pelos de punta y un escalofrío por la espalda. Soy adicta a esa sensación.

Por eso, después de este tiempo, al recordar ese momento mientras él disfrutaba de su banda en el escenario del Galileo, mientras él reinventaba sus canciones, mientras le veía saborear su propia música con el escalofrío ya perpétuo, de repente se me vino encima lo grande que se ha hecho. Como una madre recordando los primeros pasos de su chaval mientras le matricula en la universidad. Y lo curioso es que no es en ningún modo mérito mío, él ha crecido solico, pero simplemente el estar aquí, concierto a concierto, postconcierto a postconcierto, sin querer te hace sentirte parte de esto. Quizá esto es una de las cosas más bonitas que pueda tener la música. Eso y ver a un grupo de personas disfrutar tanto y pasarlo taaaan bien encima de un escenario.

Grabé muchas canciones, algunas inéditas que no subiré por respeto a Andrés, pero en cuanto pueda cuelgo un enlace al final del concierto. Un video de 14 minutos que empieza con No te quiero tanto y termina con la presentación de la banda y una sucesión de solos apoteósicos, con un Galileo lleno hasta la incomodidad y entregado totalmente a esta droga que es la buena música. Grande, el niño se nos ha hecho muy grande.

(La foto no es de ayer, que no me ha dado tiempo a sacar nada, es del domingo 26 con Elia Velo)

Antes de besarte las pupilas, antes de lamerte el alma herida, desnudo las caricias de una verdad, entresijos de un espejismo, sombra de lo real. ¿Y si desabrochamos las dudas? ¿Y si te anudo los sueños? ¿Y si abotonamos palabras sobre la tela de un día, tejiendo la noche sin darle sus alas? ¿Y si arrancara el espacio que separa nuestros labios? ¿Qué pasaría si eligiese saltar? ¿Se caerían los velos que cubren anhelos prohibidos, vetos absurdos que sostienen equilibrios aún más estrictos? ¿Se rompería la calma, inundada de dudas, felicidad encarcelada en jaula de cristal? ¿Y si cierro los ojos a las luces y sombras, y si dejo de escuchar tus cantos de sirena? Deja de bailarte como si supieras los pasos, deja de soñarte iris distintos, deja de romper silencios de vida. Demasiadas preguntas, respuestas veladas que juegan a ser. Ya no espero, ya no salto, ya no borro los besos, ya no sangro, ya no sueño, y aún así esperaría, saltaría, jugaría, besaría.

Y entonces, sin más, esta bola de cristal estalla en mil pedazos, cae entre tumulto de llanto silente y deja vacío a su paso. No ha pasado nada nuevo, quizá simplemente no ha pasado nada. Rota la ilusión, llénala de brillos si quieres. Engalánala. Vístela de domingo con palabras que vuelven, baila alrededor y sonríe aunque yo no lo haga. Susurra algún conjuro de normalidad infinita, quiéreme sin querer o no lo hagas. Tú no lo sabes, pero has perdido la partida por no jugar, y yo ya estoy leyendo las instrucciones de la próxima etapa. Rellenando un espacio completo con distintas piezas, quizá suene a parche pero puede valer, suele valer, al menos es un principio de verdad. Mientras creo que trataré de acordarme de cantar sin lágrimas. Que empiece la música, alzaré la voz y mataré lo que quede de amor prohibido. Ya no espero, aunque mi piel sueñe con esperar. Ya no juego, aunque las reglas no hayan cambiado.

Si dejo sangrar mis sueños quizá mueran.

Con la tecnología de Blogger.

No te vayas...

Este blog se alimenta de mis palabras tanto como de tus susurros, así que regálame una sonrisa: déjame un comentario antes de irte... y vuelve!

Almas amigas