Esta mañana me había propuesto colgar un relato, algo sencillo para obligarme a escribir, a mantener las letras, a no perder la costumbre, pero hoy no puedo inventarme historias porque me duele demasiado la realidad. Los muertos de Libia no son más importantes que los de Ruanda o Congo, no son ni una centésima parte de los que mueren cada día en conflictos armados de todo el mundo, pero de vez en cuando tienes que volver a abrir los ojos y mirar. Debería ser una obligación para los que vivimos en el Norte, en países en paz, en democracia y libertad. No digo que tengamos que estar perpétuamente dolientes, contínuamente pagando por haber nacido en la orilla buena, simplemente digo que no se puede mirar para otro lado siempre. De vez en cuando te tiene que doler de verdad el mundo, porque si no no mereces vivir en él. Y hoy a mi me duele Libia.

Vivimos un momento histórico en el que los pueblos de Oriente Próximo han iniciado una revolución, luchan simplemente por su libertad. Todo pasa delante de las cámaras, y te llega directamente a tu sofá. Revueltas pacíficas sofocadas a balazos, dictadores derrocados por el simple poder del pueblo manifestándose como en el caso de Egipto. En tu pantalla se crea un grupo de apoyo al pueblo libio, y le das a "me gusta" justo después de declararte partidario de un grupo de "señoras que..." y justo antes de darle a "me gusta el helado de vainilla con el brownie en el Vips". Mientras, Gadafi capa las comunicaciones por internet en Libia, y envía helicópteros de combate a bombardear a civiles desarmados violando derechos humanos a mansalva. Un crimen de guerra en tiempos de supuesta paz, los civiles estarían más protegidos si se hubiese declarado oficialmente el conflicto. Compartes un video de youtube en el que matan a un manifestante que simplemente estaba pidiendo libertad, y te unes a un evento de marcha virtual contra la represión violenta de las revueltas en el que ni siquiera te tienes que mover del sofá. ¿Y la ONU, y los líderes del mundo? Imagino que regando la granja del Facebook o eligiendo serie para esa noche.

Y yo no estoy haciendo nada ni mejor ni peor que todo eso. El hecho de que me duela la raza humana, de que me indigne, el hecho de que dedique unos minutos a reflexionar sobre estas paradojas de la globalización no me hace mejor persona, no me hace más comprometida. Sólo me hace quizá más infeliz que aquel que decide vivir en la ignorancia, mirar para otro lado, apagar el telediario y quejarse de la crisis, del fútbol, de que el café está frío o que el invierno nunca se acaba. La ignorancia en muchos casos es la felicidad, pero en este caso no me da para elegirla, no puedo evitar mirar. Prefiero mirar cada día aunque sea con los ojos entrecerrados para que no me abrume tanta mierda.

Hoy me gustaría estar lejos y estar haciendo algo de verdad. No valgo para una trinchera, creo, o para correr delante de las balas por la libertad de otros, pero hoy sería feliz en un hospital de campaña.

De vez en cuando no viene mal pensar en la suerte que tienes, en las comodidades, en la libertad en la que vives. ¿Crisis? Hay países que llevan en crisis décadas, y gente cuyo día a día consiste en luchar por seguir vivo. Me harta la militancia de sofá, vale que no puedes pasarte el día llorando por los que están peor que tú, doliéndote por el maltrecho Sur o los pueblos oprimidos, pero no puedo evitar tener unas ganas locas de poner ladrillos de verdad, sea en Uganda o en El Salvador.

Hoy a mi me duele Libia y me duele el mundo, pero sobre todo me duele el culo de estar sentada mientras que el mundo duele. Y a ver si se mueren ya los dictadores de este planeta, que sería un primer paso, coño. Asco de raza humana, con tantas luces y con tantísimas sombras...

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