Confiar. Una de esas palabras sencillas, siete letras de nada, de esas que suelen ser más fáciles de decir que llevarlas a cabo. Para mi confiar es sin embargo fácil, porque es un estilo de vida. Es una elección primaria. Imagino que está marcado a fuego en algún lado, tallado en las costillas quizá. No sé no hacerlo, y creo que ni siquiera quiero saber.

Pero cuando uno escoge confiar, ha de saber que tiene sus riesgos. Te expones a algún que otro arañazo, un par de puñaladas, una herida de muerte a veces. Es inevitable. No me refiero a la confianza ciega, pues si alguien la practica no tiene ningún mérito. ¿Qué gracia tiene saltar al vacío si no tienes ni idea de los peligros, sin vértigo, sin miedo? La confianza ciega es para tontos que se suicidan sin querer. Imagino que algún día fui de esas, pero se me pasó.

En mi caso, es más una presunción de inocencia al estilo americano. Todo el mundo merece un grado de confianza hasta que se demuestre lo contrario. A partir de ahí, cada uno se gana lo que tiene, imagino, pero ir pasando las fases parece sencillo. No tenía presupuesto para monstruos de final de pantalla dignos de verdad. En el fondo soy una sentimental, me da por esperar lo mejor de demasiada gente. Y si se demuestra lo contrario, vuelta a empezar pero con -30 puntos...

Por eso, quien confía, termina doliéndose. Y en muchos casos, la culpa es suya. Soy, por ejemplo, culpable muchas veces de esperar de forma proporcional a lo que he dado. Sí, lo sé, lo sé, ya he dicho que soy una sentimental. Confieso que aún creo en la bondad humana (y no, no creo en el Ratoncito Pérez, ni en Papá Noel, ni siquiera en Dios...) Todas y cada una de esas veces me he recordado que acepté los riesgos, que no se me prometió nada, que yo decidí darme. Entonces saco la balanza, y ella me dice si aún así vale la pena. Cuando te molestas en hacerlo así, en ver el todo, te sorprendería las veces que la balanza te dice que sigas adelante.

¿Cuál es la alternativa? ¿Desconfiar como base? ¿Vigilar los flancos, cavar trincheras, defender el fuerte antes de que llegue el ataque? ¿Blindarse la piel, mantener las distancias? ¿Cómo se puede catalogar de locura la confianza cuando la alternativa es el paradigma de la paranoia? Prefiero tener el corazón lleno de heridas antes que nuevo a estrenar. Prefiero rasgar el envoltorio, dejar que se vea. Prefiero el dolor a la indiferencia. Prefiero sentir a evitar. Si me preguntas, elijo susto en vez de muerte.

Y aún así, cada vez que confío, cada vez que espero, cada vez que termino doliendo, no puedo evitar sentir en el fondo de la herida un punto más de soledad. Porque aunque me guste esperar sorpresas, de esas de las buenas, de las que no cuestan dinero sino cariño, de las que de repente te arrancan una sonrisa increíble y te ponen el alma de gallina, de las que te dicen que esa persona te ve de verdad, aunque sepa que en la mayoría de los casos no llegarán, de vez en cuando es divertido recibir lo que esperas. De vez en cuando es divertido recibir beso en vez de susto.

6 susurros:

Resulta curioso leer esto precisamente hoy, pues me han ocurrido un par de cosas que me han hecho reflexionar sobre la confianza que depositamos en otros.
Esta tarde me he encontrado con una de esas amigas con las que, bien por tener formas incompatibles de ver el mundo o bien por una sucesión de hechos que nos llevaron por caminos diferentes, perdí casi por completo la relación. Salía de tomar un café con otra amiga cuya visión del asunto es la contraria a la que reflejas en tu texto; ella desconfía por principio y después de mucha dialéctica no he conseguido hacerle entender mi punto de vista: después de estos años y a pesar de algunos malos ratos sigo dándole un voto de confianza.
Por otro lado, estaba revisando mi correo y me alegré de recibir noticias de un buen amigo del que no sabía nada hacía ya tres semanas. Me gustan sus mails porque son un reflejo de sí mismo, la alegría personificada, por la libertad y el buen rollo que siempre transmite y que a menudo dibujan en mí la sonrisa que nadie puede dibujar en ese momento. Pues bien, ha estado unos días en Pirineos en lo que prometía ser una experiencia inolvidable y, bueno, transcribo el final de su historia... que empieza explicando cómo unos desalmados (el adjetivo es mío) le han robado todo lo que tenía: "La pasta también la tenía en el macuto, y el dni, articulos de manufactura casera (muy apreciados), saco de dormir, chanclas, cubiertos y mi confianza en la gente que va a la montaña".
En fin, te cuento mi vida para decirte que, a pesar de los pesares, coincido contigo en la imposibilidad de no confiar en quienes nos rodean.
Sin embargo, respecto a lo de esperar recibir de forma proporcional a lo que recibes... bueno, por lo poquito que te conozco eres de esas personas que dan mucho, das lo que esté en tu mano, y eso conlleva el riesgo inevitable de que la mayor parte de la gente no esté en disposición de "devolvértelo". Mientras seas consciente de esto, el daño no será demasiado grande, no te llevará a la sospecha/desconfianza generalizada. Protégete en ese sentido, que no merece la pena dolerse ni romperse ni un poquito por algo que no está en tu mano. Y el problema es que cuanto más das mayor es el dolor o la rotura...
Me gusta que no dejes el corazón sin estrenar, pero ponle un par de airbags por si se necesitan en caso de emergencia ;)
Besitos.

Gracias por comentar, me encanta encontrarme con esto por la mañana al despertar...

La verdad es que no tengo ninguna intención de dejar de confiar, si es que puedo elegir, y en la cuestión de darme me pasa tres cuartas partes de lo mismo. Como digo, no suelo esperar a cambio nada en sí, saco la balanza y si lo que la persona en cuestión me aporta, sea proporcional o no, me vale la pena, entonces las cuentas salen a las mil maravillar. Dar ya es genial de por sí cuando quieres a alguien. Sólo a veces me confundo y sin darme cuenta confío y espero más de lo que debería.

Por eso no puedo enfadarme, es culpa mía, pero cuando pasa, pues duele, y no puedo evitarlo... se rompe algo, se realizan ajustes y ya sé qué debo esperar o qué no debo esperar de esa persona.

No te preocupes, que tengo el corazón en plan vampiro, la herida se hace, pero en un momento parece que nunca estuvo (en estas pequeñas, las de verdad vaya si dejan cicatriz...).

Dolida pero feliz, esta es la Estela2.2 nena, la que sigue sonriendo pase lo que pase, un sinrazón feliz... Besazos!!

:) me gusta tu rollo, Estela 2.2
Te dejo esto, supongo que lo conocerás, pero es que me encanta y creo que te va que ni pintado :P
Besos!!
http://www.youtube.com/watch?v=PC2ZNfWP5Bo

... ya escribí sobre ello pero... lo pongo aqui tb...

Hay decepciones que honran a quien las inspira. Curiosa balanza esa de lo que se espera y lo que se debería esperar de la persona que decepciona, y de la decepcionada… soy de esos que cuando alguien les cuenta sus decepciones van al otro lado y miran también si esa persona esperó demasiado, no conformándose con maldecir al que decepciona, si no estudiando si la decepción merece ser tal. Nadie me ha decepcionado nunca, pero he decepcionado cientos de veces; mi balanza cae estrepitosamente y relucen en el plato de arriba las carencias de cada uno, lo que se esperó y no se tuvo. Todo es un regalo, tómese como tal, seamos personas completas y tratemos de darnos así a los demás. Muéra el reproche gratuito, que se vendan mas espejos, y menos caras largas. Que bastante tenemos con lo que tenemos.





Solo un alma mas, yo pago,
aunque en realidad lo debo,
perfecto ser camarero
si puedo llenar tu vaso...

jajaja me mola tu rollo, SooZ...

de este lado de la pantalla se te ve tan majico (no de magia, claro, si no de majete jejeje)

Paso de los espejos y de las caras largas al unísono, prefiero reflejarme en letras y sonreír...

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