Te llevo escondido bajo la piel, como un tatuaje secreto, uno que se refleja en los espejos y estoy cansada de ver. Te llevo clavado como astillas en algún lugar del pecho, uno que a veces duele y estoy cansada de buscar. Te llevo dentro, como un okupa no invitado, habitando en los espacios donde el olvido no anidó. Te llevo como un equipaje, como una cicatriz, como un silencio. Te llevo y no quiero sentirte.

Voy a arañarte de mí aunque me haga heridas, voy a arrancarte a pedazos aunque dejes vacíos, no puedo dejarte ser. No quiero quererte así. No quiero tenerte en mí si no puedo tenerte cerca. No es que duelas, pero molestas cuando quiero echar a andar, como un ancla que me amarra al sueño que no eres, un peso adicional. Y no es sólo culpa tuya, porque te he dejado acomodarte entre mis costillas, te he dejado habitarme casi sin querer pensando que no importaba. Quizá sí importa ahora que lo pienso. Y por eso, voy a dejar de quererte.

Puede que cueste exorcizarme de ti, ya que a fuerza de permitirte ser le perteneces a mi cuerpo tanto como mis manos. Cierro los ojos y ahí estás tú, asentado bajo los párpados. Voy a borrarte de mis sueños y dibujarlos nuevos, para echar a correr dejándote atrás. Sólo tengo un miedo, sólo uno. Me pregunto si al echarte, al arrancarte de mi pecho y obligarte a marchar, seguiré sonriendo como ahora.

Quizá me llene de vacíos, los sueños en blanco y la ilusión desterrada. Frío donde había cálida promesa, un espejo de miedos. Quizá me crezca otra herida de emociones frustradas, o me pese la soledad en la ahora que me deleito. Pero lo cierto es que prefería hablar contigo cuando no quería besarte. Lo cierto es que quisiera poder darle oportunidad a alguien, en vez de simplemente dejar que sonrían a mi alrededor, como una actuación que no he pedido ver. Ni siquiera sé cómo hueles, y sin embargo ahí estás, haciendo cosquillas bajo la piel, acariciando mi ser con tus palabras de plata. Yo soy verdad, soy viento, soy risa y soy canción. No seré ni más ni menos, ni para ti ni para nadie.

Voy a dejar de quererte, me lavaré tus huellas hasta que sangren si es preciso, y me dejaré limpia de ti. Voy a sacarte de dentro. Voy a arrancarte de mí. Quiero dejar de llevarte, para poder quererme en libertad. Sal o entraré a echarte, y si una vez fuera te pierdes o te pierdo, trataré de enseñarte el camino de vuelta sólo si prometes no volver a invadirme. Hoy no quiero pasajeros.

4 susurros:

uufff... todo bien? beso :)

ufff... sí, escribir siempre ayuda jejeje

uufff pero te gusta?

besazos!!

uufff = llega = me gusta

es duro, como un trocito de vida que sin darnos cuenta se ha quedado atravesado en el curso de lo que vivimos. de esos que a menudo preferiríamos que no hubiesen sucedido nunca porque al instalarse en nosotros han dejado una huella que cuesta hacer desaparecer.

pero también es frágil. porque muchas veces no depende sólo de nosotros el dejar de querer, el hacer que ese trocito siga fluyendo y deje de resultar un obstáculo para todos los demás trocitos que están por venir.
aunque en ese caso siempre podemos limar sus aristas, dejar que se erosione a su ritmo y contar con que poco a poco irá pasando a formar parte del caudal que hace que circulen el resto de nuevos trocitos, no?

sigue admirándome no sólo lo que cuentas, sino también la forma en que lo haces.

besos!

No, yo nunca pienso que algo no debería haber sucedido. Ser habitada así hace que otras heridas se hagan más llevaderas a veces, y siempre aprendes, creces... puede que parte de mi felicidad absurda sea culpa de ello, pero el resto soy yo, y aunque dejar de querer no es un botón de on/off, empezar por querer hacerlo ya ayuda... y hay muchos nuevos trocitos pululando últimamente jajaja

Gracias bella, me encanta recibirte por aquí... besos!!

Publicar un comentario

Con la tecnología de Blogger.

No te vayas...

Este blog se alimenta de mis palabras tanto como de tus susurros, así que regálame una sonrisa: déjame un comentario antes de irte... y vuelve!

Almas amigas