Rompo un poco la dinámica de prosa poética y egoterapia, pero imagino que para eso está el blog, para escribir lo que uno quiere, no? Y hoy, aún con la resaca emocional del concierto de ayer en Galileo (y quizá aún del domingo 26 acumulado), me apetece escribir de música. Qué raro.

Y es que ayer, como ya me pasara en el concierto de presentación de su EP, viendo a Andrés con su banda subido en ese escenario de nuevo, no podía evitar recordar el primer día que le vi, y sobre todo no podía evitar sentirme parte de esto, en muchos sentidos orgullosa como una madre, enseñando las notas a las vecinas del rellano henchida como un pavo cuando el niño se hace grande y se puede presumir de sus logros.

Yo aquel día de a saber hace cuánto (más de dos años, menos de 10 jeje) iba a ver a Tontxu tocar en mi antigua Facultad. En el salón de actos estábamos 20 mal contados, repartidos y silenciosos. El escenario estaba lleno de velas cuando Tontxu salió y nos dijo que ese día llevaba "telonero" porque venía un gallego a presentar su nuevo disco. Y entonces salió Andrés y se puso entre las velas, con el pelo en la cara, la mirada en el suelo, pocas palabras casi ininteligibles. Un murmullo empezó a recorrer a las personillas de la sala, quizá alguno se planteaba salir a fumar mientras terminaba este chico, pero Andrés rasgueó la guitarra, abrió la boca y los calló a todos en cuanto empezó a cantar. Se me puso de punta hasta el alma, estos placeres que llegan por sorpresa. Y desde entonces no hay ningún concierto de Andrés en el que no pase un rato con los pelos de punta y un escalofrío por la espalda. Soy adicta a esa sensación.

Por eso, después de este tiempo, al recordar ese momento mientras él disfrutaba de su banda en el escenario del Galileo, mientras él reinventaba sus canciones, mientras le veía saborear su propia música con el escalofrío ya perpétuo, de repente se me vino encima lo grande que se ha hecho. Como una madre recordando los primeros pasos de su chaval mientras le matricula en la universidad. Y lo curioso es que no es en ningún modo mérito mío, él ha crecido solico, pero simplemente el estar aquí, concierto a concierto, postconcierto a postconcierto, sin querer te hace sentirte parte de esto. Quizá esto es una de las cosas más bonitas que pueda tener la música. Eso y ver a un grupo de personas disfrutar tanto y pasarlo taaaan bien encima de un escenario.

Grabé muchas canciones, algunas inéditas que no subiré por respeto a Andrés, pero en cuanto pueda cuelgo un enlace al final del concierto. Un video de 14 minutos que empieza con No te quiero tanto y termina con la presentación de la banda y una sucesión de solos apoteósicos, con un Galileo lleno hasta la incomodidad y entregado totalmente a esta droga que es la buena música. Grande, el niño se nos ha hecho muy grande.

(La foto no es de ayer, que no me ha dado tiempo a sacar nada, es del domingo 26 con Elia Velo)

4 susurros:

Cuánta razón tienes...

jejeje tú estabas ese día en la facultad, así que, de mami a mami, qué grande se nos ha hecho el niño a todos, coño. Ayer a veces más que grande descomunal, disfrutando las canciones y su banda tanto que daba envidia esa sonrisa, mejorando canciones inmejorables, íntimo y cañero a la vez... sonó tremendo, equilibrado... la hostia, vamos. :D

Vaya que guay, he leido esta entrada en la que hablas de Andrés Suárez, a ver si termina de grabar su nuevo disco y lo escuchamos. Soy David, el sobrino de Ana, para que te quede más claro, que bueno sólo quería decirte que he buscado tu blog, ya lo leeré más a fondo, y que te quería dejar un enlace al mio http://lacuevadelrio.blogspot.com pásate por mi blog y me dejas un susurro, si quieres, claro.

David, te voy a visitar ahora mismo para seguirte. qué curioso que entre relatos y egoterapia hayas acabado encontrando el post sobre Andrés... Fue un auténtico placer conocerte y charlar contigo, seguiremos en contacto. Un saludillo!

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