Victor había bajado a comprar algo para comer, quizá un postre suculento que endulzara la cena del hospital. Era la primera vez en todo el día que salía de la habitación. Sandra apagó la tele, agradeciendo esos momentos de silencio. Al menos todo el silencio que se puede esperar en una planta atestada de recién nacidos en la hora en que los celadores pasean las bandejas de la cena por los pasillos. Necesitaba por fin unos momentos a solas con Virginia (porque así se iba a llamar, gustase o no a su suegra), que dormía plácidamente envuelta en sus latidos, tan bonita que casi dolía.

En esos instantes Sandra no podía evitar preguntarse qué pasó por la cabeza de su madre cuando la tuvo en brazos por primera vez. Qué soñaba para su hija, qué esperaba de ese pequeño ser indefenso y vulnerable. No podía culpar a su madre de sus expectativas, no podía echarle en cara el ser reflejo de una generación y de un modo de pensar tan patriarcal como el mejor cuento Disney. Imaginaría a la pequeña Sandra bella y sumisa, princesa esperando a su media naranja, que llegaría subido en un corcel, ama de su casa, feliz en su pequeño mundo. Nunca le había ocultado a su hija lo poco que entendía sus ambiciones, su trabajo, sus novios variados, esa libertad que a ojos de su madre sólo podía llevar a complicaciones.

Quizá en muchos sentidos la de Sandra - llena de prisas y de retos, la frustración del inconformismo, tantos huecos por cubrir, siempre corriendo para llegar al siguiente sueño-, era infinitamente menos sencilla que la vida de su madre, pero también vivir en una caja sería más sencillo. Cada uno era libre de decidir, pero prefería imaginar a su hija una existencia compleja y rica en matices. Se había pasado media vida haciendo listas mentales de cosas que no haría a sus hijos, la mitad de las cuales había olvidado al enfriarse el enfado adolescente. Muchas de ellas seguramente las repetiría con Virginia, quizá incluso dándose cuenta de la contradicción, pero con algunas no lo haría.


Así que alargó la mano para apartar la sábana del rostro dormido de su hija, dispuesta a desvelarle los secretos que ella tanto tardó en descubrir. Ese ser minúsculo que había logrado hacerla sentir completa, juguete frágil de la genética, abrió la boca en un perfecto bostezo silencioso, con las manitas aferrándose al aire, y se arrebujó como un gatito contra su pecho. Entonces, mientras esbozaba una sonrisa y rozaba esa manita rosada, Sandra estalló en sentimientos tan contrarios que casi la partían en dos. La felicidad más intensa y el miedo más aterrador. Una lágrima resbaló sobre la sonrisa, enorme y salada, mojando el pijama de Virginia. Y en un susurro roto, Sandra empezó a hablar antes de que dejaran de estar solas, antes de que el mundo siguiera su curso, antes de que no se atreviera a decirlo en voz alta.

"Hola otra vez, pequeña. Te vas a tener que acostumbrar a mi voz, porque pienso pasarme la vida hablándote o escuchándote, al menos mientras me dejes. Quizá es muy pronto para que entiendas lo que te voy a decir, pero me ha costado una vida recopilarlo, y de la mitad sólo domino la teoría. Verás que la práctica nos la ponemos dificil a veces.

Vas a ser una mujer preciosa, sobre todo si has sacado los ojos de tu padre. Me he pasado el embarazo deseando que lo hicieras, porque fue lo que me enamoró de él. Tu belleza será tanto don como maldición. Algunas cosas te serán más fáciles, pero no serán las importantes. La vida es casi siempre difícil para una mujer bonita, porque tendrás que ganarte cada paso del camino y demostrar que merecías darlo. Pero la belleza, cariño, es efímera. No te pases la vida pendiente de ella o te volverás loca cuando se vaya marchitando. Lo verdaderamente importante es ser feliz, que haya algo detrás de tu sonrisa, y ese es un trabajo de tiempo completo.

No te creas los cuentos que te leerá tu padre, llenos de princesas y dragones, príncipes azules que las salvan de aburridas vidas para encerrarlas en vidas aún más aburridas con la excusa del amor. Ningún amor vale la pérdida de libertad, y ningún príncipe te hará libre. Elige, cariño, o elegirán por ti. No dejes que nadie tome por ti decisiones importantes. No te sientas culpable por cosas que no dependan de ti. Te enamorarás, te harán daño, te recuperarás y vuelta a empezar. Es un juego que duele pero vale la pena, porque a fuerza de apostar a veces ganas. Pero tu vida no puede depender sólo de ello.

Virginia, esto es una de las cosas que más me ha costado ver. Tu abuela me hizo creer casi sin querer que la vida hay que vivirla esperando a esa persona que te haga sentir completa. Si necesitas que alguien te complete, entonces hay un problema que será mejor que soluciones a solas. Vive, disfruta, siente el equilibrio, piérdelo, equivócate. Llena cada minuto y no pierdas el tiempo en cosas que no tienen importancia. Decidir qué lo tiene y que no será dificil, y seguro que discutiremos un montón sobre ello...

La verdad es que ahora, justo ahora, de repente me doy cuenta de que tengo una vida entre las manos, una vida trenzada a la mía con lazos tan intensos que hacen que me muera de miedo. Todo es tan difícil a veces que haría lo que fuera para evitarte el dolor, te encerraría en un canasto de algodones y chuches para salvarte de vivir, pero te tienes que caer de vez en cuando, aprender de tus heridas, llorar. Vale tanto la pena cuando te levantas, cuando ríes, cuando sigues caminando.

Mi niña, hay cosas que tendremos que hablar tranquilamente cuando crezcas un poco, y tu padre pondrá caras raras si las escucha, pero si quieres vivir un cuento, si al final eliges ser princesa, espero que te conviertas en dragonesa cuando te bese el príncipe. Tienes tantas cosas por vivir que no creo que te dé tiempo a limpiar el palacio, así que..."

"¿A limpiar el palacio?". Sandra levantó la mirada, una lágrima sorprendida a medio camino hacia la barbilla, y sonrió traviesa. Victor estaba apoyado en la puerta con dos helados en la mano, el pelo revuelto y la camisa arrugada. "Nada más nacer y ya la vas a educar para princesa..."

"En todo caso para princesa republicana."

Sandra liberó una mano para secarse las lágrimas. Virginia dormitaba aún, minúscula e inmóvil. Toda la vida por delante, tantas incógnitas, quedaban tantas cosas que decir... Ya habrá tiempo, pensó cogiendo el helado antes de que se derritiera en el calor de la habitación. Eso es lo que ahora corría más prisa.

6 susurros:

Precioso.
Se lo leeré a mi hija.

Tu hija será dragonesa fijo... Gracias hermanita, subjetiva o no, I love you...

¡Qué bonito! ¿Subirás aquí cosas exclusivas o también podremos disfrutarlas en las arenas?
Sólo un alma más, pero no una cualquiera...

Pues creo que iré intercalando cosas nuevas y exclusivas posiblemente con reflexiones, y rescates de textops antiguos de LDA reeditados, que para ti amigo mio serán nuevos jejeje.

Muchas gracias por visitarme aquí también, es tan bonito, como cuando aparece un amigo donde estás de vacaciones jejeje Además ahora ya sabes mi identidad secreta, la cara y nombre que se esconden tras Daena jejeje

Un beso!

"pero si quieres vivir un cuento, si al final eliges ser princesa, espero que te conviertas en dragonesa cuando te bese el príncipe" ... o... cuando tú le beses a él, no? :)
porque... http://2.bp.blogspot.com/_UxGtkAXJOpc/TJu83N6sSfI/AAAAAAAAAYI/NofyhAKEPTc/s320/cub+princesa+150.jpg

beso!

jajajaja qué maravilla de librooooooooooooo

me encanta... besazo!

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