Las palabras fluyen huyendo de un silencio que suena a cambio, pero en algún momento me doy cuenta de que estamos anclados al pasado. Como un baremo de lo que está bien, con un medidor de tristeza, como un termómetro de catástrofe, el Glasgow del alma, el pasado es lo único que tenemos, el espejo de comparación que nos ancla a lo vivido. Te mantiene a flote dándote un referente de avance y retroceso, pero a la vez te obliga a quedarte inmóvil, valorando, observando...

El pasado no sabe de evolución sino de miedo. No sabe de libertad sino de soledad. El pasado sabe a derrota o sabe a gloria acabada, sabe a deberes y cuitas, a ausencia o compañía, sabe a puñal o sonrisa, pero siempre sabe a algo. Nunca sé a qué va a saber el próximo minuto. ¿Será a vacío, será dulce, será tranquilo, será nuevo o será siquiera un sabor conocido?

Creo en el futuro y su indiferencia, es una cuestión de fé ya que no está garantizada su existencia, pero estoy cansada de creerme el pasado. Es tan perfecto saltar al vacío por primera vez, el estómago flotando y la incertidumbre sobre qué pasará, sin referentes, como la tabula rasa de un niño que abre los ojos al mundo sin esperar nada a cambio. Quiero caminar sin saber qué esperar de casa paso, sin compararlo con los miles que he dado antes, sin reflexionar sus consecuencias, sin apuntarlo en un cuaderno, sin memoria.

Y sí, el aprendizaje es memoria, y mi pasado soy yo. Cada cosa que he vivido ha marcado para bien o para mal lo que soy, pero hoy, ahora, no quiero que marque lo que seré. Quiero probar a no sentir miedo, a no comparar, a saltar y soltar el ancla que te obliga a no dar giros bruscos, a sopesar, a juzgar a gente nueva por lo que hicieron otros, el ancla que te protege del cambio, que te ralentiza a un ritmo evolutivo adecuado.

Quiero olvidar todo lo que me ata durante un rato y abrir los ojos de la niña que busca sorprenderse con cada golpe de brisa. Quiero perder los miedos en un bolsillo, quiero dejarme llevar, porque empiezo a olfatear que cambia el tiempo y quiero disfrutarlo sin pasado, sin comparación, sin precedentes. Quiero confiar, quiero soltar lastre y quiero volar.

El pasado no sabe de cambio, pero quizá mi pasado no sepa de mi.

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